Como en el resto de América Latina, las elecciones en Honduras siguieron un azaroso curso. Fundamentales para una República que sólo concebía la legitimidad otorgada por la ciudadanía, secundarias porque hasta mediados del siglo XX quizá apenas tres se adecuaron a parámetros mínimos de respeto de la voluntad de los electores2 . Ellas se celebraron en los intervalos dejados por los golpes de Estado, los enfrentamientos fratricidas de las facciones políticas y cuando se organizaron, distaron de ser siempre sinónimo de voluntad popular aceptada o de competencia mínimamente libre.
Haciendo un minucioso análisis de los diferentes procesos electorales celebrados en esos 65 años, el autor nos va mostrando cuán difícil y azaroso ha sido el camino recorrido para pasar de las llamadas “elecciones estilo Honduras” hasta llegar a procesos electorales más creíbles y transparentes.